Andalucía registra medio centenar de delitos tecnológicos a la semana

pilar macías

Una joven sevillana conoce a un chico nigeriano a través de internet. Entre ellos se fragua una rápida amistad que pronto torna en enamoramiento y compromiso nupcial. Sin siquiera haberse visto en persona. Cuando el novio está apunto de volar desde su país de origen, aduce un problema para el que requiere 3.000 euros, que se convierten en 6.000 para una intervención quirúrgica tras sufrir un supuesto accidente. La joven entrega el dinero esperando la pronta recuperación de su pareja y ansiosa por encontrarse por fin. Nunca más sabe de él.
Es un caso real de tantos que investiga la Brigada de Delitos Tecnológicos de Sevilla de la Policía Nacional. Internet se ha convertido en el paraíso del caco. El anonimato, la posibilidad de actuar a miles de kilómetros de distancia y la ingenuidad del usuario que se enfrenta a la red son las bazas con las que cuenta el delincuente para moverse con soltura por el vasto mundo cibernético.

Las cifras lo atestiguan. El número de delitos que se llevaron a cabo a través de internet aumentaron un 7,6% en un solo año, superándose los 45 casos cada semana. Así, Andalucía registró 2.360 ciberdelitos en 2012, por los 2.193 de 2011, según la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior.

Andalucía acumuló el 17% de los 13.724 que se produjeron en todo el país, donde también se experimentó un repunte del 16,9%. Málaga es la provincia donde la Policía Nacional y la Guardia Civil investigaron más denuncias, 560, junto con Sevilla, donde gestionaron 535. Huelva (120) y Córdoba (136) presentaron el mejor comportamiento.
Las víctimas, menores

«Los delitos que más alarma social causan y, por tanto, a los que más atención y cuidado prestamos son aquellos relacionados con menores de edad: por un lado, la pornografía infantil, con la descarga e intercambio de archivos a través de programas como Emule o Ares; y por otro, el abuso de menores en las redes sociales –con el intercambio de fotografías íntimas–. En estos casos trabajamos de oficio», asegura el inspector jefe de la brigada, Miguel Rodríguez. Se trata de «un proceso muy complejo porque cada paso que damos exige un mandamiento judicial y esto puede prolongar las investigaciones durante meses», prosigue Rodríguez, que lleva dos años al frente de la unidad.

No hay un perfil determinado sobre los autores de estos delitos. «La mayoría son varones. Pero no hay un rango de edad, ni estrato social determinado en los delitos de pornografía infantil. Pueden ser chavales de 15 años o señores de 60. Lo único que les hace falta es un ordenador en casa y conexión a internet», continúan desde la Brigada de Delitos Tecnológicos, donde recuerdan que la pena puede ser de hasta cinco años de prisión.

Suelen pedir amistad a los menores bajo perfiles falsos con los que fingen ser también jóvenes, e inician una relación para ganarse su confianza y que terminen por enviarles imágenes comprometidas. Por eso, la Policía recomienda a los menores que no agreguen a personas que no conocen y que eviten enviar cualquier material gráfico, incluso si se trata de una persona conocida. «Tenemos muchos casos de personas que difunden imágenes íntimas de sus exparejas, una vez han finalizado la relación, por motivos de venganza», prosigue Rodríguez, que lidera un equipo de diez funcionarios que pueden llegar a simultanear hasta treinta investigaciones cada uno.

Otra de las áreas que más trabajan y en la que también se ven envueltos los menores son las investigaciones por ciberbullying. «Se trata de las amenazas en el ámbito escolar. Antes se hacían cara a cara y ahora en las redes sociales, con el agravante de que estos medios permiten que no sea una sola persona la que acosa, sino ésta y sus seguidores, aumentando el daño sobre la víctima», prosigue.

Sin embargo, muchos casos no llegan a manos de la Policía o de la Guardia Civil. «La cifra negra de casos que no se denuncian nunca la sabremos», lamenta el inspector jefe. El problema es que «los padres no saben lo que hacen sus hijos porque desconocen cómo funcionan medios sociales como Facebook, Tuenti o Whatsapp. Por eso, es fundamental educarles para no ser víctimas, pero también para no ser autores», reflexiona Rodríguez.

Ojo a la tarjeta y al móvil

Por otra parte, hasta los investigadores llegan también en masa las denuncias por estafas y cargos de compras no realizadas. «Hay hackers que buscan datos de tarjetas de crédito a través de los servidores de comercios o de los propios usuarios, infectando sus ordenadores o sus ‘smartphones’ sin que ellos lo perciban, para luego venderlos a otros delincuentes que realizan compras», asevera Miguel Rodríguez. El phishing es la fórmula estrella, un delito por el que acceden a los datos bancarios de la víctima a través de un correo electrónico que simula la interfaz del banco con el que reclaman al cliente que compruebe sus datos y al hacerlo, se los roban.

«Muchas estafas vienen de países africanos, como Nigeria o Tanzania, pero también de otros puntos de Europa, como Reino Unido. Mandan un email ofreciendo falsos premios al usuario u otras engañifas », explica el subinspector Manuel Fernández, a punto de jubilarse tras 40 años de servicio y dedicado a los ciberdelitos desde 2007. «Las cosas han cambiado mucho. Ahora el 80% de los delitos se cometen a través de internet. Antes a la gente le preocupaba el semaforazo o el tirón, y ahora que le estafen en la red», afirma el veterano agente.

Fuente: abc.es